III Definición de retraso mental

La definición de retraso mental ha sido modificada varias veces a lo largo de los años. En aras de la brevedad, las numerosas reconceptualizaciones y recapitulaciones de la definición de retraso mental no se discuten en su totalidad. A pesar de la variabilidad en la definición, las definiciones se han mantenido constantes con la inclusión de deficiencias en las capacidades cognitivas y adaptativas. Uno de los principales cambios en la definición se produjo en la década de 1950, cuando se incluyó una limitación en la conducta adaptativa como criterio necesario para el diagnóstico. Antes de este cambio, tener un coeficiente intelectual bajo era suficiente para el diagnóstico de retraso mental. Las definiciones anteriores incluían distintos niveles de retraso mental, en su mayoría basados en la puntuación del CI. Por ejemplo, una persona con un CI que oscilaba entre 35-40 y 50-55 se consideraba moderadamente retrasada.

En 1992, la Asociación Americana de Retraso Mental (AAMR) definió el retraso mental como una limitación sustancial en el funcionamiento actual. Se caracteriza por un funcionamiento intelectual significativamente inferior a la media, que existe simultáneamente con limitaciones relacionadas en dos o más de las siguientes áreas de habilidades adaptativas aplicables: comunicación, cuidado personal, vida en el hogar, habilidades sociales, uso de la comunidad, autodirección, salud y seguridad, académicos funcionales, ocio y trabajo. También se incluyó en esta definición un criterio de límite de edad (por ejemplo, retraso mental manifestado antes de los 18 años).

Al aplicar la definición, la AAMR afirmó cuatro supuestos que son esenciales para la aplicación de la definición. En primer lugar, una evaluación válida es fundamental y debe tener en cuenta la diversidad cultural, comunicativa, conductual y lingüística. En segundo lugar, las limitaciones de las habilidades de adaptación deben producirse en entornos comunitarios típicos de los compañeros de edad del individuo (por ejemplo, el entorno laboral y el entorno escolar) y formar parte de la determinación de las necesidades de servicios y apoyos del individuo. En tercer lugar, las limitaciones adaptativas específicas pueden estar presentes al mismo tiempo que los puntos fuertes en otras áreas adaptativas. En cuarto lugar, los apoyos apropiados proporcionados durante un período sostenido suelen conducir a mejoras en el funcionamiento de la vida de una persona con retraso mental. Esta definición se diseñó para reducir la dependencia de los profesionales de la puntuación del CI para medir la gravedad de la discapacidad, y se centró en el uso de las habilidades adaptativas asociadas como medio para determinar los servicios y apoyos apropiados necesarios para maximizar el funcionamiento.

Cuando se compara con la definición de retraso mental de 1983, son evidentes varios cambios. Anteriormente, la conducta adaptativa sólo se había definido a grandes rasgos; sin embargo, con la definición de 1992, se identificaron y definieron bien 10 áreas específicas de habilidades adaptativas. En segundo lugar, la nueva definición debía ser más funcional en su naturaleza. Esta definición hacía hincapié en la interacción entre tres dimensiones: las capacidades propias (por ejemplo, la inteligencia y las conductas adaptativas), los entornos en los que se desenvuelve la persona (por ejemplo, el hogar, el trabajo, la escuela y la comunidad) y la necesidad de diversos niveles de apoyo que pueden cambiar a lo largo de la vida. La definición de 1992 proporcionó un medio para clasificar a los individuos en términos de nivel de apoyo necesario (por ejemplo, intermitente, limitado, extenso o generalizado) en lugar de sólo en términos de nivel de gravedad, como leve, moderado, severo o profundo. Se esperaba que se dejara de utilizar los niveles categóricos de retraso mental; sin embargo, hasta la fecha estos niveles de apoyo no han sido ampliamente reconocidos ni aplicados. Por último, esta definición permitió a los profesionales desarrollar un perfil de apoyos necesarios basado en el funcionamiento intelectual y las habilidades de adaptación, las consideraciones psicológicas, los factores de salud y las circunstancias del entorno. En general, la definición de 1992 ha sido innovadora por su naturaleza y sus fundamentos teóricos; sin embargo, no ha estado exenta de críticas, la mayoría de las cuales se centran en la interrupción del uso de los niveles de gravedad (por ejemplo, los niveles intelectuales).

En un esfuerzo por avanzar continuamente en el campo del retraso mental, la AAMR ha preparado una nueva definición de retraso mental. Esta nueva definición no se ha publicado formalmente en el momento de la publicación de este artículo; sin embargo, se ha presentado una propuesta de definición de la AAMR que se revisa aquí. En su conjunto, esta propuesta de definición de 2002 se basa en la definición de 1992. Esta propuesta de definición establece que el retraso mental es una discapacidad caracterizada por limitaciones significativas tanto en el funcionamiento intelectual como en las habilidades adaptativas conceptuales, sociales y prácticas. Esta discapacidad se origina antes de los 18 años.

Hay varias similitudes observadas entre la definición de 1992 y la definición propuesta para 2002, entre ellas (a) el uso de una orientación funcional, (b) el funcionamiento intelectual, la conducta adaptativa y la edad de inicio como dominios de diagnóstico, y (c) la dedicación a la noción de que el nivel de apoyos necesarios para un individuo debe ser el enfoque principal de un sistema de clasificación.

Las diferencias centrales en la definición propuesta de 2002 en comparación con la definición de 1992 incluyen: (a) un criterio adicional de desviación estándar dentro del dominio intelectual, (b) la dimensión adicional de participación, interacción y roles sociales como medio de añadir al enfoque multidimensional del retraso mental, (c) la clarificación del comportamiento adaptativo que se engloba en las habilidades conceptuales, sociales y prácticas que representan el rendimiento típico de uno, y (d) la reconfiguración de la evaluación de los apoyos y la determinación de la intensidad de la necesidad.

A riesgo de perpetuar la definición anterior de retraso mental, este artículo utiliza la nomenclatura de 1983. Las razones para seguir utilizando la definición anterior de retraso mental son tres. En primer lugar, la nomenclatura de la definición de 1992 que hace hincapié en el nivel de apoyo no se ha utilizado ampliamente en las prácticas clínicas y de investigación. Como tal, la discusión de los niveles de retraso se encuentra inherentemente en la literatura que describe a esta población, y sigue siendo la más familiar para los investigadores, clínicos y otros profesionales. En segundo lugar, los niveles de apoyo propuestos no se alinean claramente con la nosología aceptada que se utiliza a menudo en la práctica (por ejemplo, DSM-IV y CIE-10). Por último, para los fines de este artículo, el uso de los niveles de retraso más comúnmente aceptados y comprendidos ayudará a facilitar la interpretación y la transmisión de la información. A pesar de nuestra elección de inclinarnos por la facilidad comunicativa, los profesionales que trabajan con personas con retraso mental deberían familiarizarse con la definición más reciente y su uso clínico previsto.

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