El término «sistemas inteligentes» ha llegado a significar muchas cosas diferentes en muchos contextos diferentes y, como la mayoría de las cosas relacionadas con los sistemas complejos, es difícil establecer una definición específica que sea lo suficientemente rigurosa como para discriminar las cosas que no deben incluirse, pero que sea lo suficientemente flexible como para incluir las que sí. Al igual que en la definición de términos como «agentes» o «robots», se pueden encontrar definiciones demasiado inclusivas, como «una entidad que actúa de forma autónoma», cuando un termostato en el segundo caso, o un controlador de disco duro en el primero, cumplirían la definición. Por otro lado, si se endurece la definición, la telerrobótica o los robots de búsqueda de Google ya no encajan, a pesar de estar claramente relacionados tecnológicamente. En el caso de los sistemas inteligentes, una definición demasiado estricta de la inteligencia elimina, por ejemplo, los comportamientos que vemos en un perro, que puede buscar una presa o ser entrenado para mendigar su cena, pero si se afloja la definición nos encontramos hablando de sistemas con la inteligencia de una almeja.

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