— ¡Cuántos son! —comentó lady Dustin—. ¿Sabes sus nombres?

—Los supe… hace tiempo. —Señaló con un dedo—. Los de este lado fueron reyes en el norte. Torrhen fue el último.

—El Rey que se Arrodilló.

—Exacto, mi señora. Después ya solo hubo señores.

—Hasta que llegó el Joven Lobo. ¿Dónde está la tumba de Ned Stark?

—Al final. Por aquí, mi señora.

Sus pisadas resonaron en las bóvedas cuando echaron a andar entre las hileras de columnas. Los ojos de piedra de los muertos parecían seguirlos, al igual que los ojos de sus huargos de piedra. Los rostros despertaron en él recuerdos lejanos y le devolvieron a la memoria nombres susurrados por la voz fantasmal del maestre Luwin. El rey Edrick Barbanieve, que gobernó el Norte durante cien años; Brandon el Armador, que se había aventurado navegando más allá del ocaso; Theon Stark, el Lobo Hambriento. «Mi tocayo.» Lord Beron Stark, que hizo causa común con Roca Casterly para luchar contra Dagon Greyjoy, señor de Pyke, en los tiempos en que el gobierno de los Siete Reinos estaba en manos del hechicero bastardo conocido como Cuervo de Sangre.

—A ese rey le falta la espada —observó lady Dustin.

Era cierto. Theon no recordaba de qué rey se trataba, pero la espada larga que debería haber tenido había desaparecido. Una marca de óxido anaranjado marcaba el lugar donde había estado. Aquello le causó una gran inquietud. Siempre había oído decir que el acero de la espada mantenía el espíritu del muerto encerrado en su tumba. Si faltaba una espada… «En Invernalia hay fantasmas. Y yo soy uno de ellos.» Siguieron caminando. El rostro de Barbrey Dustin parecía tensarse más y más con cada paso. «Este lugar le gusta tan poco como a mí.»

— ¿Por qué detestáis tanto a los Stark, mi señora? —se oyó preguntar.

—Por el mismo motivo por el que tú los adoras —respondió mirándolo fijamente.

—Cabalgaste hacia el sur con Robb Stark; luchaste a su lado en el bosque Susurrante y en Aguasdulces; volviste a las Islas del Hierro como enviado suyo para sellar un tratado con tu padre. Fuerte Túmulo también aportó hombres para la guerra del Joven Lobo. Le di tan pocos como pude, pero algunos tenía que darle para no incurrir en la ira de Invernalia. Así que yo también tenía ojos en aquel ejército, y me mantuvieron informada. Sé quién eres. Sé qué eres. Ahora responde a mi pregunta: ¿Por qué adoras a los Stark?

—Porque… —Theon apoyó una mano enguantada en la columna más cercana—. Porque quería ser uno de ellos…

—Y nunca lo lograste. Tenemos en común más de lo que crees. Venga, vamos. Un poco más allá, había tres tumbas juntas.

Se detuvieron.

—Lord Rickard —observó lady Dustin tras examinar la figura central. La estatua se alzaba imponente sobre ellos, con el barbudo rostro alargado muy solemne. Los ojos eran de piedra, igual que los demás, pero los suyos parecían tristes—. También le falta la espada.

Era cierto.

—Alguien ha estado aquí abajo, robando espadas. También ha desaparecido la de Brandon.

—Qué poca gracia le habría hecho. —La mujer se quitó el guante y le tocó la rodilla, piel blanca contra piedra negra—. Brandon adoraba su espada; disfrutaba afilándola. «Quiero que tenga bastante filo para afeitar un coño», solía decir. ¡Y lo que le gustaba utilizarla! «No hay nada más bello que una espada ensangrentada», me comentó en cierta ocasión.

—Así que lo conocisteis.

La luz del farol iluminaba los ojos.de la dama, que parecían echar llamas.

—Brandon se crió como pupilo en Fuerte Túmulo con el viejo lord Dustin, padre del que luego fue mi esposo, pero se pasaba la vida cabalgando por los Riachuelos. Le encantaba montar a caballo, y su hermana pequeña era igual que él, ¡menudo par de centauros! Mi señor padre siempre estaba encantado de recibir la visita del heredero de Invernalia. Tenía muchas ambiciones para la casa Ryswell; le habría servido mi virginidad en bandeja a cualquier Stark que pasara por allí, pero no hizo falta. A Brandon nunca le dio reparo coger lo que quería. Ahora soy una vieja reseca, viuda ya ni sé desde hace cuánto, pero todavía recuerdo el momento en que vi mi sangre de doncella en su polla la noche que me tomó. Creo que a Brandon Stark también le gustó verla. No hay nada más bello que una espada ensangrentada, sí. Dolió, pero fue un dolor dulce. «Pero el día en que descubrí que Brandon iba a casarse con Catelyn Tully… Aquel dolor no tuvo nada de dulce. Te aseguro que no la quería. Me lo dijo la última noche que pasamos juntos, pero Rickard Stark también tenía grandes ambiciones. Ambiciones sureñas que no se harían realidad si dejaba que su heredero se casara con la hija de uno de sus vasallos. Más adelante, mi padre albergó la esperanza de casarme con Eddard, el hermano de Brandon, pero a él también se lo quedó Catelyn Tully. A mí me tocó el joven lord Dustin, hasta que Ned Stark me lo arrebató.

—La Rebelión de Robert.

—Lord Dustin y yo no llevábamos ni medio año casados cuando Robert se alzó en armas y Ned Stark convocó a sus vasallos. Le supliqué a mi esposo que no fuera; tenía parientes que podían haber ido en su lugar: un tío famoso por sus proezas con el hacha, un tío abuelo que había luchado en la guerra de los Reyes Nuevepeniques… Pero era orgulloso y no se conformaba con menos que encabezar las tropas de Fuerte Túmulo. El día en que se marchó le regalé un caballo, un alazán con crines como el fuego, el orgullo de las cuadras de mi padre. Mi señor me juró que volvería a lomos de aquel caballo en cuanto terminara la guerra. «Ned Stark me llevó el caballo cuando volvió a Invernalia. Me dijo que mi señor había muerto con honor, y que estaba enterrado bajo las montañas rojas de Dorne. Los huesos de su hermana sí que los trajo al norte, y aquí reposan… Pero te juro que los de lord Eddard no descansarán jamás junto a los suyos. Se los echaré de comer a mis perros.

— ¿Los huesos de lord Eddard? —Theon no entendía nada.

La mujer torció los labios en una sonrisa horrible que le recordó la de Ramsay.

—Catelyn Tully envió al norte los huesos de lord Eddard antes de la Boda Roja, pero tu tío tomó Foso Cailin y cerró el camino. Desde entonces he estado alerta. Si esos huesos emergen alguna vez de los pantanos, no pasarán de Fuerte Túmulo. —Lanzó una última mirada a la estatua de Eddard Stark—. Vámonos; aquí ya hemos terminado.

Cuando salieron de las criptas aún estaba nevando. Lady Dustin había guardado silencio todo el camino de vuelta, pero cuando estuvieron ante las ruinas del Primer Torreón se estremeció y se volvió hacia Theon.

—Más te vale no contarle a nadie lo que he dicho ahí abajo. ¿Lo has entendido?

La entendió perfectamente.

—O contengo la lengua, o la pierdo.

—Roose te ha entrenado bien.

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