En este Congreso damos por sentado que las personas no podrían existir sin las plantas, las bases de todas las cadenas alimentarias, pero para la mayoría de la humanidad las plantas no son más que complementos útiles de su vida cotidiana, que les proporcionan comida, bebida o ropa según sea necesario, pero que por lo demás no tienen ninguna importancia particular.
El simposio del Congreso Horticultura para el Pueblo ha enfatizado de diversas maneras -y por diversos medios- la interdependencia de las personas con las plantas.
Podemos relativizar fácilmente la importancia económica del cultivo de frutas y hortalizas, de la utilización de las plantas en la medicina, para vestirse o de cualquiera de las otras necesidades de la existencia humana, pero nos resulta menos fácil, a nosotros y a los que controlan las finanzas, apreciar las necesidades estéticas y espirituales menos tangibles de las personas con respecto a las plantas.
Sin embargo, hay un deseo innato en la gente de cultivar plantas y esto se cristaliza en la formación de Sociedades de Horticultura, Clubes de Jardinería o sus equivalentes. Inevitablemente, varían mucho en tamaño y carácter en todo el mundo.
En Gran Bretaña pueden ser sólo reuniones de 10 o 20 personas que se reúnen por el interés en sus jardines o huertos – ¡a menudo uno sospecha cínicamente que para obtener descuentos de grupo en fertilizantes y otros productos!
Pueden ser sociedades muy grandes organizadas sobre una base regional y con una gama diversa de intereses hortícolas; o pueden ser entusiastas de un género individual o grupo de plantas, ejemplos en Gran Bretaña son las Sociedades de Rosas, Crisantemos, Delphinium y Jardines Alpinos, algunos de cuyos miembros ocasionalmente parecen un poco trastornados cuando discuten – o más usualmente discuten – sobre su planta o plantas favoritas.
Cualquiera que sea su estatus, son importantes, ya que constituyen fuertes puntos de referencia para la horticultura dentro de las comunidades y, con bastante frecuencia, también a nivel nacional e internacional.
Estas sociedades son muy valiosas como parte integral de nuestro estilo de vida y es a este nivel, en mi opinión, donde hay que fomentar el interés por las plantas y la horticultura para que cada vez más gente sea consciente de la importancia de las plantas en nuestras vidas.No importa si empiezan cultivando unas suculentas en el alféizar de la ventana o exponiendo chirivías o dalias en la feria del pueblo – lo importante es que se impliquen en querer cultivar plantas.
Económicamente es de sentido común animar a la gente a cultivar y querer plantas para sus jardines y hogares, pero muchos de nosotros también creemos que la necesidad económica es sólo una de las razones para estimular el interés por el cultivo de plantas.Aparte de la importancia del atractivo para los sentidos estéticos que tiene