Conclusiones

Los investigadores han descrito una serie de estrategias que son potencialmente útiles para reducir el prejuicio hacia los miembros de los grupos externos. Por ejemplo, Wilder (1981, 1986) argumentó que la individuación de los miembros de los grupos externos permitirá a los miembros del ingrupo superar las percepciones basadas en estereotipos al proporcionar información de rasgos y comportamientos que suplan las percepciones más globales basadas en estereotipos de las personas del grupo externo. En una línea diferente, el trabajo clásico de Sherif, Harvey, White, Hood y Sherif (1961) sobre los efectos de la cooperación en las actitudes y el comportamiento intergrupal sugiere que el prejuicio contra los miembros de los grupos externos puede aliviarse forzando a los miembros del ingrupo y del grupo externo a trabajar juntos hacia un objetivo común, creando así un nuevo ingrupo inclusivo (véase también Allport, 1954). Devine (1989) ha adoptado un enfoque diferente de esta cuestión, sugiriendo que, aunque las creencias estereotipadas de larga duración con respecto a los miembros del grupo exterior nunca pueden superarse por completo, es posible la inhibición deliberada (es decir, con esfuerzo) de las actitudes y comportamientos basados en estereotipos.

Las investigaciones sobre los efectos de la mera exposición a los estímulos del grupo exterior sugieren que la exposición repetida y no reforzada a los miembros del grupo exterior también podría resultar útil como herramienta para la reducción de prejuicios y estereotipos. Los estudios iniciales en este ámbito, aunque escasos, son prometedores. Además de sugerir que los efectos de la exposición pueden ser útiles para reducir el prejuicio hacia los miembros de los grupos externos, estos estudios señalan varias cuestiones importantes que siguen sin abordarse.

La cuestión más apremiante en esta área implica pasar de los estudios de laboratorio altamente artificiales de los efectos de la exposición con estímulos de los grupos externos a estudios más naturalistas de este fenómeno. En cierto sentido, este cambio supone pasar de la investigación básica a la investigación aplicada de la mera exposición. Los estudios naturalistas tendrían la ventaja de examinar las actitudes y/o los comportamientos de los sujetos hacia las personas del grupo externo que les son familiares frente a las que no lo son, en el entorno en el que suele tener lugar el contacto social entre miembros de diferentes grupos étnicos y raciales. En la medida en que los comportamientos reales pueden ser evaluados directamente en lugar de depender de las calificaciones evaluativas de los sujetos sobre los miembros del grupo externo, es probable que disminuyan los problemas de autoinforme y el sesgo de autopresentación (Crosby, Bromley & Saxe, 1980) y que aumente la validez ecológica de los estudios de mero efecto de exposición.

También sería útil llevar a cabo estudios de mero efecto de exposición utilizando grupos externos creados artificialmente, con el fin de examinar el grado en que los efectos de exposición son útiles para mejorar las actitudes hacia los miembros de grupos culturales externos de larga data frente a los grupos externos que no tienen ninguna base cultural o histórica (véase, por ejemplo, Tajfel & Billig, 1974; Tajfel, Billig, Bundy & Flament, 1971). La manipulación sistemática de varios parámetros relacionados con el origen y las características de los grupos externos sería posible dentro de este contexto, y podría resultar útil para dilucidar qué características de los grupos externos potencian o socavan el efecto de la mera exposición.

Está claro que la mera exposición en sí misma no es suficiente para reducir el prejuicio hacia los miembros de los grupos externos en todas las situaciones. Los resultados de 1971 de Perlman y Oskamp y los hallazgos de 1974 de Zajonc et al. demuestran que el contexto negativo es una condición que limita el efecto de exposición con los estímulos de los grupos externos. Más allá de eso, numerosas situaciones del mundo real que implican la exposición repetida a miembros de otros grupos étnicos confirman que -aunque el contacto intergrupal a veces puede conducir a actitudes más positivas hacia los miembros del grupo externo- esto no siempre sucede. El contacto entre israelíes y palestinos apenas ha mejorado las actitudes de los miembros de estos grupos entre sí. Del mismo modo, a medida que los residentes negros y asiáticos de la ciudad de Nueva York entran en contacto, las actitudes intergrupales parecen ser más negativas que positivas.

Así, aunque Zajonc (1968) estaba en lo cierto al afirmar que, en general, la mera exposición conduce a actitudes más positivas hacia un estímulo, un objeto o una persona, Amir (1969) también estaba en lo cierto al sostener que existen numerosos parámetros que pueden interferir con tales efectos de exposición cuando se trata de estímulos de un grupo externo. A pesar de los problemas potenciales que conlleva la aplicación de la investigación de los efectos de la exposición en entornos del mundo real, y de la escasez de datos de laboratorio que examinen los efectos de la exposición con estímulos de grupos externos, los investigadores deberían seguir explorando esta cuestión. Como se ha señalado en otro lugar (Bornstein, 1989), la posibilidad de utilizar los principios derivados de la mera investigación de la exposición para mejorar las actitudes de los diferentes grupos étnicos, religiosos y culturales entre sí es demasiado intrigante y potencialmente beneficiosa como para ignorarla.

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