El concepto de mestizaje expresa las tensiones, contradicciones y ambigüedades de su nacimiento en el Nuevo Mundo. Más importante aún, es un concepto que sigue teniendo dimensiones espirituales y estéticas. El mestizaje se refiere a la mezcla racial y/o cultural de los amerindios con los europeos, pero la connotación literal de la palabra no ilumina sus aplicaciones teóricas y sus transformaciones más recientes. Desde sus inicios en el Nuevo Mundo y en los momentos en que la raza era un factor significativo de la posición social, el mestizaje ha sido invocado para remediar la desigualdad social y el mal funcionamiento de la democracia.
Orígenes
En 1925 José Vasconcelos, filósofo y educador mexicano, escribió La raza cósmica tanto para desafiar las teorías occidentales de superioridad y pureza racial como para ofrecer una nueva visión sobre la mezcla de pueblos africanos, europeos e indígenas en México y en toda América Latina. El ensayo supuso un esfuerzo por socavar la denostada posición de los indígenas y su dominación material desde la conquista, pero no pudo romper del todo con los motivos civilizadores de la Nueva España. El mestizaje era la ideología política de la identidad nacional moderna, la unidad y el progreso social. Sin embargo, la visión de Vasconcelos apuntaba a la cultura ibérica, en particular al cristianismo, como fuente de modernización y progreso. El nacionalismo mexicano ha seguido construyendo a sus ciudadanos como mestizos.
El peso material e ideológico de la conquista también fue difícil de sacudir en las primeras formaciones del mestizaje. Incluso bajo el dominio español, los criollos exaltaban el pasado azteca o inca y condenaban la conquista, pero su celebración del mestizaje no incluía la eliminación de la dominación económica, el desempoderamiento político y el genocidio cultural de las poblaciones indígenas. En toda la Nueva España, las reivindicaciones del mestizaje pretendían indicar un vínculo contra los peninsulares, los colonos españoles con derechos exclusivos a los altos cargos políticos, y legitimar la igualdad de los criollos con los peninsulares en el país y en Europa. No se exaltaron otras clasificaciones de la mezcla en el sistema de castas, y no se reconsideró el estatus de los mulatos y otros. Los historiadores coinciden en que durante los periodos colonial, independentista y revolucionario, el mestizaje funcionó para reducir la diversidad cultural, lingüística y política en México y para autorizar el estatus privilegiado de las élites gobernantes. En resumen, el concepto original enfatizaba la asimilación y apropiación de las culturas indígenas y la promesa de progreso y justicia a través de Europa. Como tal, la hibridación se encubrió bajo la bandera de la unidad nacional. Para el filósofo mexicano Octavio Paz (1914-1998), sin embargo, el trauma del mestizaje sirve como símbolo de ilegitimidad, un concepto que desarrolla en Laberinto de la soledad (1961) y que es la base de su argumentación sobre el carácter nacional mexicano.
Chicanos y mestizaje
En cambio, las expresiones contemporáneas del mestizaje enfatizan las experiencias culturales híbridas y las relaciones de poder. La posición social de los pensadores contemporáneos explica en cierto modo las formulaciones del mestizaje de finales del siglo XX. Mientras que los filósofos mexicanos pertenecían a los sectores dominantes de la sociedad, los críticos sociales, artistas y escritores creativos chicanos y chicanas que reformularon el mestizaje a partir de finales de la década de 1960 no gozaban de ese lugar en Estados Unidos ni en América Latina. En múltiples géneros, las primeras articulaciones chicanas del mestizaje fueron una estrategia de afirmación, liberación e identidad.
Los mexicanos americanos unen tres momentos históricos y amplían el concepto original de mestizaje. El primer acontecimiento se produjo en 1521 con la conquista española del Imperio Azteca; el segundo mestizaje se produjo al final de la guerra mexicano-estadounidense (1846-1848), en la que Estados Unidos se anexionó más de la mitad del territorio de México; y el tercer acontecimiento es el intercambio cultural contemporáneo entre chicanos y europeos americanos. Los tres momentos se originan en el desempoderamiento y sugieren un renacimiento. Particularmente desde el segundo momento histórico, los chicanos y chicanas han posicionado el mestizaje como una alternativa al contrato social de asimilación. Al hacer paralelos los legados históricos de los siglos XVII y XIX, el mestizaje ya no sirve a una agenda pluralista. En Estados Unidos, funciona como un antídoto contra los modernos sentimientos antiindios y antimexicanos, y aunque se han formado alianzas con las poblaciones nativas americanas del suroeste de Estados Unidos, no siguen anclando el pensamiento chicano de la misma manera que las civilizaciones indígenas y precolombinas de México informan el mestizaje chicano y chicano.
El mestizaje chicano promulga un vacío y una condición congestionada. Por ejemplo, el poema «I Am Joaquin» (1967) de Rodolfo «Corky» Gonzales expresa una fusión de dos opuestos, México y Estados Unidos, que se mezclan para formar una tercera experiencia cultural: Chicano. El chicano híbrido no es ni mexicano ni estadounidense. Artistas como Amado Peña (con «Mestizo», serigrafía, 1974) y Emanuel Martínez (con «Mestizo Banner», serigrafía sobre lienzo, 1967) produjeron la fusión en forma gráfica con una cabeza tripartita mestiza en la que dos perfiles se enfrentaban a la izquierda y a la derecha y se unían en la tercera cara en posición frontal. Otras propuestas artísticas y académicas sobredeterminaron un mestizaje de género, enfatizando selectas características indígenas y un repertorio masculino.
Crítica y reformulación
Aunque los analistas sociales están de acuerdo en que el mestizaje tiene propiedades recuperadoras para los mexicano-americanos y que desafía con éxito el diagnóstico de Paz de una nación mixta como patológica, el énfasis neoindígena puede ser irónicamente similar a las distorsiones occidentales de los pueblos nativos, ya que ambos se basan en una cultura atemporal y primordial. Críticos sociales chicanos como Norma Alarcón y Chon A. Noriega señalan que este uso del mestizaje construye un origen «puro» y se basa en un pasado estático e inmutable. La disposición esencialista del mestizaje, en particular la perspectiva romántica neoindígena, choca con la realidad de las experiencias de los nativos americanos, así como con las luchas sociales y políticas de los indígenas en toda América. Además, como señalan las feministas chicanas, una visión esencialista de las personas de origen mexicano en Estados Unidos también distorsiona las diferencias y desigualdades dentro de dichas comunidades. Los desafíos feministas chicanos al patriarcado y la homofobia ayudaron a desarrollar la crítica al esencialismo, y esto tuvo un efecto duradero en la noción contemporánea de mestizaje.
En su libro fundacional, Borderlands/La Frontera: The New Mestiza (1987), Gloria Anzaldúa desarrolla y complica el mestizaje. Con un estilo posmoderno que mezcla la autobiografía, la poesía, la mitología, el documento histórico y la documentación en una proclamación teórica, problematiza las convenciones de raza, nación, sexualidad y género, llamando la atención sobre la fluidez dentro de la identidad más que sobre una posición de sujeto singular. Según Anzaldúa, el mestizaje es la desmitificación de los límites sociales y las fronteras territoriales. Así concebido, los espacios entre culturas y naciones son porosos y flexibles. Sin embargo, no es sólo su reconocimiento de las complejidades internas lo que hace significativa la conciencia de mestizaje. Anzaldúa no imagina distinciones opuestas entre sí, sino que reconoce identidades concurrentes, estrategias cambiantes y capacidades de cambio.
El concepto reformulado tiene más éxito a la hora de desafiar la premisa de la superioridad racial blanca, la pureza y el esencialismo. El mestizaje es una fuente de creatividad, supervivencia y triunfo. A diferencia de las formulaciones cultural-nacionalistas mexicanas y chicanas del mestizaje, Anzaldúa reconoce todas las combinaciones y los lugares de contradicción que pueden resultar. Siempre sintetizando, el mestizaje es una fuerza de movimiento, combinación y transformación. Su propio pensamiento sobre el mestizaje se fusiona con el concepto náhuatl de nepantla (lugar intermedio o lugar de paso), añadiendo así el potencial de agencia dentro del concepto.
Difusión e influencia
El pensamiento no lineal y las identidades no fijas tienen un atractivo intelectual y político para numerosos campos, especialmente los que también están influidos por las escuelas de pensamiento postestructural y postmoderno. Debido a las dimensiones liberadoras del concepto de mestizaje, se utiliza ampliamente en los estudios poscoloniales, étnicos y feministas y en la teología latina. La mayoría atribuye a Anzaldúa la creación de la apertura para entender y teorizar sobre la capacidad de tener múltiples perspectivas y posiciones sociales con formas materiales concretas de opresión o privilegio.
Las académicas Chela Sandoval y Emma Pérez, así como el teólogo latino Virgilio Elizondo, exploran las implicaciones de la conciencia de mestizaje para las feministas del tercer mundo de Estados Unidos, incluidas las feministas chicanas y las congregaciones católicas latinas, respectivamente. Para Elizondo, el mestizaje es la gracia divina, que eleva las cualidades espirituales del mestizaje tal y como las articula Vasconcelos pero sin el imperativo eurocéntrico. El mestizaje se convierte en la existencia que resucita a la humanidad, y todos tienen el potencial de salvación ya que Elizondo describe en última instancia todos los contactos transculturales como mestizaje. Las ampliaciones del concepto por parte de Elizondo y otros se han enfrentado a intensas críticas. La mayoría de los teólogos latinos, como María Pilar Aquino y Gloria Inés Loya, presentan su especificidad histórica como un término importante de su experiencia y camino de salvación. Las propiedades recuperadoras del mestizaje son significativas para los estudiosos poscoloniales. Tanto las feministas chicanas Pérez como Sandoval revelan cómo el nuevo mestizaje ofrece un método o brújula política para movilizar formas de conciencia de oposición que produzcan equidad. Es un método que desarrolla y supera los modos de asimilación, revolución, supremacía y separatismo, cada uno de los cuales es una estrategia incapaz de reconciliar o permitir las múltiples posiciones y perspectivas sociales tal y como las delineó Anzaldúa.
A principios del siglo XXI, el concepto de hibridez y de contacto transcultural había impregnado los estudios de ciencias sociales y humanidades. También siguió viajando hacia el Norte, y los estudiosos franco-canadienses lo relacionan con el métissage (francés; «sangre mixta»). Sea o no universal, la reconfiguración contemporánea explora lugares de convergencia y disyunción con atención a la presión del poder, y su significado puede utilizarse para evaluar la distancia entre mestizaje y métissage. Sin embargo, las reformulaciones del mestizaje tienen un poder recuperador para aquellos que han sido maltratados por la nación y el imperio, el sexismo y la homofobia, el desplazamiento material y político. Si el análisis del intercambio intercultural incluye la atención a la ambigüedad y la contradicción, el mestizaje puede seguir ofreciendo una estrategia de resistencia y liberación en el siglo XXI.
Ver también Creolización, Caribe ; Etnicidad y raza ; Identidad, múltiple .
bibliografía
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Karen Mary Davalos