Mary Douglas Leakey (de soltera Nicol, nacida en 1913 y fallecida en 1996) es una leyenda de la paleoantropología, y con razón. Los paleoantropólogos se ocupan nada menos que de los orígenes de nuestra especie humana mediante la investigación de nuestros antepasados no humanos (y luego discuten sobre ellos, sin cesar). Al igual que muchos otros#trowelblazers, Mary Leakey llegó a su eventual prominencia a través de un camino indirecto, en el que participaron la familia, los mentores y un agudo sentido de la aventura. Hija de un pintor que llevaba a su familia por todo el mundo, Mary conoció los yacimientos arqueológicos a una edad temprana y a los 17 años ya había conseguido un puesto como ilustradora en una excavación inglesa. Este talento marcaría su futuro, ya que fue por recomendación nada menos que de Gertrude Caton Thompson, cuyo libro «The Desert Fayoum» acababa de ilustrar, que Louis Leakey, excavador de la Garganta de Olduvai, la contrató, primero como ilustradora y después como su esposa. Virginia Morell, en su biografía de la familia Leakey, considera que la joven Mary probablemente impresionó a Leakey con algo más que sus ilustraciones: además de sus conocimientos de idiomas (francés) y su interés por la arqueología, ¡también sabía pilotar un avión planeador!

Una vez en Olduvai, Mary Leakey contribuyó sin duda a realizar importantes descubrimientos sobre la evolución humana. Encontró y reconstruyó un antepasado primate muy temprano, el Proconsul africanus en la década de 1950, descubrió y reconstruyó el cráneo de una nueva especie de homínido: Australopithecus bosei, a la que su marido Louis dio nombre (aunque la llamó Zinjanthropus bosei; posteriormente fue reclasificada). En la década de 1960, ella y su hijo Johnny descubrieron el espécimen tipo de Homo habilis. Allá donde iba Mary, se producían grandes hallazgos, a lo que probablemente contribuyó su incansable trabajo, que acabó convirtiendo a Olduvai en uno de los lugares de excavación más famosos del mundo. Tras la muerte de Louis, se hizo cargo de las excavaciones en el lugar y realizó uno de sus descubrimientos más increíbles no muy lejos de Olduvai: las huellas de unos 3 millones de años de antigüedad dejadas en el barro de Laetoli por uno de nuestros primeros ancestros, el Australopithicus afarensis (la especie que nos dio a «Lucy»).

Las contribuciones de Mary Leakey a nuestro conocimiento de la historia humana continúan hasta hoy gracias a su familia y a la Fundación Leakey.

Para saber más sobre Mary y su vida, véase su biografía en la página web de la Fundación Leakey o el libro de Virginia Morell Ancestral Passions: The Leakey Family and the Quest for Humankind’s Beginnings.

Escrito por @brennawalks

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