Las personas que sufren accidentes cerebrovasculares leves pueden tener la sensación de haber esquivado una bala, ya que los síntomas físicos -visión borrosa, dificultad para hablar y debilidad o entumecimiento en un lado del cuerpo- suelen desaparecer en pocos minutos.
Pero siempre que se produce un accidente cerebrovascular, el cerebro sufre algún daño. Una investigación reciente de la Universidad de Montreal demostró que incluso los daños leves pueden dificultar la concentración y provocar depresión, insomnio y otros efectos que pueden no ser evidentes de inmediato.
En el estudio, los investigadores entrevistaron a 177 pacientes en las seis semanas siguientes a sufrir un ictus leve, también conocido como ataque isquémico transitorio o AIT.
Casi el 25 por ciento fueron diagnosticados de depresión clínica, y muchos luchaban contra la pérdida de apetito, el insomnio, la fatiga y, en algunos casos, los pensamientos suicidas.
Además, los pacientes dijeron que les preocupaba sufrir otro ictus y no poder mantener a sus familias, lo cual no es un temor irracional. Las personas que han sufrido un ictus leve tienen cinco veces más probabilidades de sufrir uno más grave en los dos años siguientes que la población general. Recuerde, si nota cualquier signo de un ictus en cualquier persona joven o mayor, busque atención médica inmediata.
Qué hacer después de un ictus leve
- Obtenga tratamiento de emergencia de inmediato. Aunque los síntomas remitan, debe ser evaluado en un hospital, ya que un ictus leve puede ser una señal de que un ictus potencialmente más grave está en camino.
- Después de recibir el alta hospitalaria, haga un seguimiento con su médico para que le examine en busca de problemas ocultos.
- Reduzca el riesgo de ictus haciendo más ejercicio, controlando la presión arterial y mejorando su dieta.
Considere la posibilidad de inscribirse en un programa de rehabilitación de ataques cardíacos. Un estudio publicado en el número de noviembre de 2011 de la revista Stroke descubrió que las personas que sufrieron infartos leves redujeron el riesgo de sufrirlos en el futuro al participar en un programa de rehabilitación cardíaca que hacía hincapié en la educación, el abandono del tabaquismo y el tratamiento de la depresión, además de seguir una dieta mediterránea y hacer ejercicio cuatro veces a la semana.
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