Cuando Lauren Anderson fue ascendida a bailarina principal del Houston Ballet en 1990, se convirtió en la primera bailarina principal afroamericana de Estados Unidos y, en aquel momento, en la única primera bailarina afroamericana del mundo al frente de una gran compañía de ballet.

Anderson, hija única, nació en Houston (Texas) el 19 de febrero de 1965, hija de Doris Parker-Morales, profesora de piano clásico, y Lawrence Anderson, administrador de un instituto. Cuando tenía seis años, su madre la llevó a una representación de El Cascanueces. Aquella representación fascinó tanto a Anderson que varios meses después, a los siete años, empezó a entrenar en la Academia Ben Stevenson del Ballet de Houston, y ese mismo año, el 28 de diciembre de 1972, actuó en la primera producción de El Cascanueces de esa compañía de ballet.

Mientras asistía al instituto Lamar, Anderson continuó con sus clases de violín y danza. Durante este tiempo había desarrollado un cuerpo atlético y musculoso que llevó al director artístico del Ballet de Houston, Ben Stevenson, a decirle a la adolescente que, aunque era obviamente talentosa y que sería muy buena en Broadway en el teatro musical, su físico le impedía tener éxito en el ballet.

Competitiva y testaruda, Anderson no siguió el consejo de Stevenson. En su lugar, emprendió un riguroso régimen para remodelar su cuerpo. Siguió una dieta sin carne para adelgazar y practicó Pilates, un programa de acondicionamiento corporal, para alargar sus músculos. Anderson desarrolló las líneas alargadas y delgadas que hacen que las bailarinas de ballet parezcan más altas y dinámicas. También siguió estudiando ballet con devoción. En 1983, Anderson se incorporó oficialmente al Houston Ballet como miembro, y siete años más tarde dio su histórico salto a bailarina principal.

A mediados de la década de los noventa, Anderson había adquirido una reputación internacional por sus papeles en grandes ballets clásicos. Su papel más destacado, sin embargo, fue Cleopatra, un ballet coreografiado expresamente para ella por Ben Stevenson, que ahora era su maestro y mentor.

En 2006, a los 41 años, Anderson se retiró del Houston Ballet. Su último baile en el escenario fue en El Cascanueces como el Hada de Azúcar, un papel que había interpretado durante más de 20 años. Desde enero de 2007, Anderson enseña ballet en la Academia Ben Stevenson de Houston. También es una popular conferenciante sobre el tema del ballet, y da clases magistrales en las escuelas de la zona con la esperanza de inspirar a estudiantes de todas las edades y de diversos orígenes socioeconómicos.

Anderson tiene un hijo, Lawrence Bell Fitzgerald Turner, que nació el 30 de abril de 2003.

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