Aunque es escandalosamente común que te manoseen en el metro, es difícil saber qué hacer al respecto. Esto es especialmente cierto en Japón, donde dos tercios de las mujeres afirman haber sido manoseadas, según una encuesta realizada en 2004, aunque se calcula que sólo el 10% denuncia los incidentes.

Ahora, las mujeres de Japón tienen una nueva forma de penalizar a sus agresores: estampándoles con tinta invisible.

El martes (27 de agosto), la empresa japonesa líder en instrumentos de escritura y sellos Shachihata puso a la venta en Japón sus sellos contra el manoseo. Los 500 sellos se agotaron en menos de 30 minutos, según informa la CNN, un testimonio de la gravedad del problema del acoso sexual en el país.

Esta no es la única forma en que las mujeres japonesas han tratado de protegerse. Los trenes japoneses tienen vagones exclusivos para mujeres desde hace más de un siglo. A principios de este año, una empresa lanzó una aplicación que grita «¡Basta!» a los posibles acosadores. Sin embargo, es evidente que el problema sigue existiendo, lo que justifica la demanda de los sellos recientemente emitidos.

Un sello de tinta invisible para marcar a los agresores es un gesto positivo para promover la igualdad de género, pero es limitado. No hay consecuencias para una persona cuya mano está estampada, y ningún regulador o policía lo comprueba. Aunque algunas personas piensan que los sellos podrían disuadir de los manoseos, es posible que el acto de sellar a alguien tenga el efecto contrario, provocando quizá que responda a la defensiva o incluso con violencia, como hizo un hombre en 1988 tras ser acusado de manoseo.

Una ley o reglamento -especialmente uno que se aplique bien- que proteja a las mujeres del acoso sexual en los trenes abarrotados sería más eficaz que confiar en que las mujeres se defiendan. Según el Japan Times, a los hombres no se les prohíbe legalmente utilizar los vagones exclusivos para mujeres y la mayoría de las mujeres no hablan porque temen que no se les crea o llegar tarde al trabajo.

Japón tiene la clasificación más baja en igualdad de género entre los países del G7, pero su gobierno ha estado haciendo esfuerzos legales para cambiar eso. En 2016, el país aprobó una legislación para aumentar el permiso de paternidad a 12 meses y erradicó una deducción fiscal para los cónyuges dependientes para motivar a las mujeres a trabajar. En 2017, para animar a las mujeres japonesas a tener más hijos, el gobierno federal aprobó subvenciones masivas para que las guarderías sean más asequibles o gratuitas.

Sin embargo, las leyes que reprimen el acoso no han recibido ninguna actualización. Aunque en Japón es ilegal acosar sexualmente a alguien, las víctimas pueden ser reacias a denunciar por la dificultad de demostrar que el acoso se produjo y por el temor a las represalias. Las actuales leyes sobre violación en Japón no protegen a las víctimas que no se defienden de la violencia sexual o que no pueden demostrar que eran incapaces de resistirse. En consecuencia, las mujeres se ven obligadas a tomar cartas en el asunto, incluso si eso significa luchar contra los posibles agresores con sellos invisibles.

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