El sistema neuroendocrino (SNE) de los vertebrados puede definirse como un conjunto de células organizadas en órganos únicos y elementos difusos, que comparten la coproducción de hormonas/transmisores amínicos, hormonas/transmisores peptídicos y marcadores específicos de determinación neuronal. En esta perspectiva, el eje hipotálamo-hipófisis-órgano diana (eje H-P), el sistema nervioso autónomo (SNA) y el sistema neuroendocrino difuso o APUD contribuyen al SNE. Sin embargo, en los mamíferos y en el hombre, prácticamente cualquier compartimento del cuerpo alberga elementos, a menudo con diferente origen embriológico, que tienen al menos algunas de las características del SNE. Así pues, todas las estructuras anatómicas pueden formar parte de un amplio circuito funcional, basado en «secreciones internas», que supera la visión actual del SNE. Históricamente, los antecedentes metafísicos de este concepto pueden encontrarse en la tradición biomédica que trata la idea de la llamada «energía vital». En la actualidad, el circuito de «secreciones internas» puede concebirse como un supersistema informativo que abarca el eje H-P, el SNA, la APUD, el sistema inmunitario y cualquier otro sistema corporal que realice regulaciones autocrinas, paracrinas y/o endocrinas, que supervise el equilibrio homeostático. La evidencia evolutiva muestra que las secreciones difusas autocrinas/paracrinas/endocrinas, peptidérgicas, serían las señales más antiguas y jerárquicamente más simples, respecto a las posteriores y jerárquicamente más complejas salidas del SNA y del eje H-P, para regular la homeostasis corporal. Por lo tanto, se propone el nuevo acrónimo «Red de Información Triúnica» (TIN) para el supersistema informativo de las secreciones internas que actúa en los mamíferos y en el hombre a través de niveles de control progresivamente superiores (secreciones autocrinas/paracrinas/endocrinas difusas, SNA y eje H-P) sobre un sustrato energético común: el medio corporal interno.