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Nada, cuando se viaja a un país extranjero, es tan desalentador como ese primer viaje al baño.

Los baños alemanes son de los más aterradores. A primera vista, los aseos alemanes se disfrazan de aseos normales. Esto crea una falsa sensación de seguridad en el desprevenido usuario extranjero, que entonces levanta la tapa y encuentra…. el estante de inspección.

Los inodoros alemanes están modelados de atrás hacia adelante. Cualquiera que se siente normalmente en el aparato no puede apuntar el curry digerido de la noche anterior directamente al agujero. Una opción sería sentarse a horcajadas en el inodoro de cara a la cisterna, pero esto requiere que el usuario se despoje de toda su ropa inferior. Evidentemente, el tiempo que se tarda en hacerlo hace que la cola de alemanes ante la puerta se inquiete. La gente empieza a golpear y a gritar: «Sind Sie immer noch nicht fertig?» de forma cada vez más hostil.

Lo que hacen los lugareños es sentarse en el asiento como si se tratara de un retrete normal… y emitir sus excrementos directamente sobre la repisa. SPLAT.

El estante, me informan, juega un papel clave en la salud de la nación alemana. El usuario, al levantarse del trono, inspecciona (no sé si con satisfacción, asco o curiosidad) los zurullos que reposan y anota la consistencia, la forma, el color y cualquier anomalía. Una vez terminada la inspección, se tirará de la cadena… y se limpiará la taza si es necesario con el cepillo proporcionado.

La información escatológica obtenida del estudio del vertedero de esta mañana puede ser transmitida a un miembro de la profesión médica si se encuentra algo anormal (posiblemente con una foto adjunta). O bien la experiencia formará parte de la respuesta alegre si algún inglés desprevenido es lo suficientemente tonto como para preguntar por el estado de salud del teutón.

Así que cuando estés en Alemania, recuerda llevar tu cámara al baño… y nunca jamás preguntes a un alemán cómo está. Especialmente cuando acaban de salir del baño.

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