Cuando se viaja, lo mejor es llevar lo esencial contigo, así que, friki de mí, me aseguré de seguir teniendo Netflix en Alemania. Resulta que si te registras en un país tienes acceso dondequiera que vayas, pero el menú se adapta al lugar en el que te encuentres y, para mi sorpresa, el Netflix alemán está mejor equipado con diferencia que su homólogo del Reino Unido.

Aunque por un momento parecía que había perdido Riverdale -imagínate mi pena-, todo lo que podía ver en Inglaterra todavía parece poder transmitirse, pero he ganado una estantería de programas que no tenía antes: Firefly, Arrow, Penny Dreadful, Walking Dead, Elementary. La mayor diferencia es la selección de películas. Pensaba en Netflix principalmente como una aplicación de televisión, pero de repente tengo un montón de éxitos de taquilla: Gravity, Interstellar, la mitad de Marvel y DC y las tres películas de Matrix. Aunque también está disponible en Inglaterra, también tengo la totalidad de Thirteen Reasons Why en mi iPhone, mi apuesta por la lectura en vacaciones.

Me han dicho que esto se debe a los derechos de autor. (En Estados Unidos, donde PBS tiene los derechos de emisión, Netflix ofrece The Great British Bake Off; los canadienses no tienen esa suerte). La cultura alemana de los derechos de autor es notoria -el torrente puede acarrear una multa de cuatro cifras, y hasta hace poco gran parte de YouTube estaba bloqueada-, así que, aunque no conozco realmente la letra pequeña, su bien surtida despensa de Netflix es una sorpresa. ¿Es esto un resquicio de esperanza o un caso en el que a las autoridades se les escapa un punto?

Desde que me inscribí, he apreciado cómo Netflix permite que los programas crucen las fronteras. Por unas pocas libras al mes, me ha proporcionado una forma legítima de ver programas de EE.UU. que solía ver en sitios de contrabando. Cuando el precio es razonable -cuando es todo lo que se puede comer, no un asesino de cuentas bancarias como iTunes, y cuando puedo verlo en 4k- prefiero pagar por el contenido. Los estudios preocupados por la piratería no tienen que obligar a su público a pagar: sólo tienen que encontrar sistemas de distribución que nos lo permitan.

Leí hace tiempo que cada vez hay más gente que se suscribe a los periódicos, y que Netflix y sus imitadores (así como Spotify) son en gran parte el motivo. Los usuarios de Internet están cada vez más dispuestos a pagar por la calidad, y los sitios que lo reconocen están cosechando los beneficios.

Sin embargo, ojalá tuviéramos tantas películas en Inglaterra.

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