Los tratamientos cutáneos con láser existen desde hace décadas. Hoy en día, los láseres son literalmente el centro de las capacidades de tratamiento de un dermatólogo. Se utilizan para tratar diversos trastornos de la piel y proporcionar tratamientos cosméticos eficaces. En las dos últimas décadas, la tecnología láser ha avanzado hasta el punto de que puede aplicarse a casi cualquier forma de tratamiento dermatológico.

Para ayudar a entender cómo se ha llegado a esto, he aquí cinco conceptos fundamentales:

Los láseres son puntos focalizados de luz de alta intensidad

La palabra láser es un acrónimo; deletreadas, las letras representan «amplificación de la luz por emisión estimulada de radiación». En «Sobre la teoría cuántica de la radiación», Albert Einstein creó el marco para el funcionamiento de los láseres. En la década de 1950, los científicos estaban realizando experimentos sobre la emisión de radiación.

Los láseres modernos tienen una cavidad óptica, en la que hay argón, dióxido de carbono u otro gas, o un medio como un líquido o un sólido. Con la excitación de las moléculas, se liberan fotones de luz. La longitud de onda producida depende del medio utilizado. El dermatólogo selecciona la longitud de onda en función de los tipos de células y tejidos a los que se dirige.

Los láseres se pueden controlar

La luz láser tiene tres propiedades principales. Es monocromática, lo que significa que el haz producido es de una sola longitud de onda; coherente, lo que significa que las ondas de luz están en fase; y colimada, lo que significa que los haces viajan paralelos entre sí. La luz está tan concentrada que puede destruir las células objetivo y preservar el tejido cercano.

Al reducir la salida a pulsos cortos, se limita la cantidad de calor aplicada a las células dañadas. La reducción de las lesiones térmicas implica una reducción de las cicatrices. Los médicos pueden proporcionar un tratamiento continuo, sin solapar zonas ya tratadas, utilizando equipos automatizados especializados.

Diferentes láseres para diferentes tratamientos

Hay varios tipos de láseres utilizados en dermatología. Algunos de los más comunes son:

• Láser de colorante pulsado: Se utilizan para la mayoría de las lesiones vasculares, incluidos los vasos sanguíneos dilatados y los sobrecrecimientos benignos de los vasos, y pueden tratar grandes áreas rápidamente. Las duraciones de pulso más largas pueden producir resultados más uniformes y minimizar los hematomas.
• Láseres de pulso corto: Los láseres de rubí, alejandrita y Nd:YAG son más adecuados para las pecas y las marcas de nacimiento, así como para la destrucción selectiva de los pigmentos de los tatuajes. Estos láseres dañan el pigmento, que posteriormente es eliminado por los glóbulos blancos.
• Láseres de pulso largo: Los láseres de rubí y alejandrita de pulsos largos, e incluso los de Nd:YAG (a pulsos de milisegundos) se utilizan para eliminar el vello oscuro rápidamente. Los tratamientos suelen ser menos dolorosos que con la electrólisis y es posible que el crecimiento no comience hasta pasados de tres a seis meses.

Los láseres también se utilizan para tratar las arrugas, las cicatrices y, en ocasiones, las verrugas víricas, el acné, las placas de psoriasis y los cánceres de piel.

Efectos posibles

Como los láseres actúan quemando la piel, los efectos pueden incluir enrojecimiento, hematomas o ampollas. El dolor temporal es común. Es posible que se produzcan infecciones, cambios en la pigmentación de la piel y cicatrices. Su dermatólogo le explicará los riesgos y efectos antes de cualquier tratamiento.

La seguridad es fundamental

La formación es fundamental para cualquier persona que utilice un láser para el tratamiento de la piel. Los procedimientos de seguridad incluyen la protección de los ojos para el personal de la clínica y los pacientes, el uso de instrumentos no reflectantes y señales de advertencia cerca de cualquier entrada a la sala de procedimientos. Los materiales inflamables están prohibidos, ya que los rayos láser contienen alta energía y pueden encenderlos.

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